lunes, noviembre 06, 2006

SABADO 9 DICIEMBRE, DE FESTEJOS!


EDITORIAL (Chamuio 4 Noviembre)

Venís por Independencia hasta la Catedral, un calaron terrible y se te rompió el ventilador…encima la mina no llegó y te clavas en las escaleras esperando. (te acordás de Jorge Lafausi) De repente un sonido, las palomas te tiran azares, escuchas un TANGO. Es sábado 9 de Diciembre FESTEJO CUMBRE del día del Tango y de los dos años ininterrumpidos de la Milonga de la Plaza San Martín. Te olvidaste de la mina porque músicos en vivo, clases de baile públicas, y los mejores tangos para bailar te arrebataron la enmienda.

Un Gotan para LAUTREC


JULIO CORTAZAR

Por mi parte, mientras vagabundeo por las calles de Paris y todo esto se va escribiendo en papelitos que garabateo en los cafés a medida que la memoria me larga tangos como perros flacos, pienso que también yo soy un anclao en Paris aunque mi historia no se preste para ser cantada (contadas si, casi siempre mal empezando por mí mismo y por un tal Oliveira). Silbar viejos tangos centrados en melancólicos destinos de ida o de venida es una de mis muchas maneras de seguir estando en Buenos Aires, sobre todo ahora que ya no puedo volver y que por razones nada tangueras pero igualmente tristes me siento amurado en una de las dos puntas del ovillo, en uno de los dos inmensos espejos donde siempre se jugó el vaivén de mi corazón. Silbando viejos tangos me ayuda tanto a vivir como en otros momentos un tema de Bix Beiberbecke o de Ellington o de Charly Parker o de Jacques Brel. Hay esos días que te caen como un gato desde la azotea y te arrasan la cara como un diluvio de zarpazos; entonces, en cualquier esquina de la noche, encendes otro cigarrillo y el silbido nace solo, se los escucha como si fuera otro el que silba mientras se camina con las manos en los bolsillos, a veces Flores Negras, a veces Save it, pritty mama, a veces Le Pays (un poco mío puesto que en él nací). También yo puedo murmurar entre dos pitadas: “Cómo habrá cambiado tu calle Corrientes”, pero es un murmullo tan diferente del de Gardel: se acabaron los viajes de entonces, el Paris de las luces y las fiestas para criollos seguros de sí mismos; otro tipo de anclados vegeta hoy en la vaga espera de que los vientos cambien, y es cierto que cambiaran pero vaya a saber si a tiempo para ellos; cada vez que la noche me agarra silbando en la calle, pienso que en otros barrios, en otras esquinas de aquí y de allá hay otra gente que también lo silba, que también se consuela malamente antes de volverse al bulín y al sueño.

MONSIEUR LAUTREC
Madrid, Ameris, 1980.