martes, septiembre 12, 2006

...A lo lejos la voz de un bandoneón


Desde la silla

Hubiera querido lacerar mis cuerdas
invertebrar pensamientos fieles a mi condición de animal asfixiado
por una noche de piernas largas para alcanzar tu mejilla.
¿Por qué no dilapidarme por constatar tu aliento?
No es un deseo ordinario, es la ferocidad de mi género
la música esclarecida por calles que traza el silencio
tu mirada inclemente que se atreve.
No he de pedirte nada
porque a fin de cuentas, se me donará la espera
y me aflora la impiedad de capturar un instante raquítico
y lo alimento de cercanía.
Los pies, vitral de colores.
Los giros del cuello, señales del adiós que se doblega en el aire.
La piel gotea en la oscuridad y solo queda la trampa.
La espalda se yergue insolente... Dejo de ser mujer y bailarina.

Mariela Laudecina